Se conocen en un asiento desconocido para ambos, conocimiento del asiento a sus pies que el taconeo de otros oídos dan a conocer el ruido que mandan los mensajes cuando no conocemos al que vamos a devorar.
Los susurros se visten como invitado en un programa de TV, los suspiros, casi siempre con los túneles del silencio, vienen chocando entre los mensajeros para los locos que, casi siempre, el silencio los acomoda en un asiento.
Y eso es el principio, quedan todavía los horarios, con sus relojes llenos de horas que mandan mensajes esperando que pase algo para tomarse el vuelo, aunque pasen veinte años -no importa- lo único que importa es no hacer muchas escalas.
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