Mandrax

El perruquer entró con las sopitas y las copas en alboroto con la barra y sus nalgas que en silencio calientan los zoquetes cuando el silencio desaparece en el baño que desaparece con un loro charlando del tumor del amor su orgía perpetua y besando su mostachol que le abre las gambas y se explican los sabores de las lenguas como si fueran de mandrax. Eso también da a entender del desespereto de la pasión su calesita, su ardor amoreto donde los crotos se buscan entre los besos que esperan foie y huevos revueltos y salen mirando a las 220 bocas que esperan el gol, la red, el suicidio en la cancha y detienen el aire con el tiempo que también viene con sus aires y no hay problema, se dividen los gastos en cinco y no hay secreto, no interesa como duermen los sueños, conviene saber que ninguno esta por encima de ninguno, ni duplicando los labios.