Monday, March 24, 2008

Piña, melón y kiwi

Siempre apenas cruzaba la mesa seis buscaba la diez y la silla con alas, le tenía algo ella en su funda parecida al encanto, estaba bobeta al verlo leer, al verlo mirar el teleférico lleno de sillas con alas y seleccionaba antojos repartiéndo raros movimientos con el orto de crema de víboras y zanahorias cocinada al baño con María con Ernest y con Uriol.
Una vez no estaba la mesa y la silla no aparecía por ninguna mesa con su silla puta- correspondiente y la mesa profesora de lenguas en su lugar no estaba la hija de siete mil camiones llenos de alcahuetes extraterrestres del orto y se le llenaron los ojos de penes y de tetas infladas con piña, melón y kiwi,...otra vez la mesa estaba apilada como retenida por el ejército chino detrás de la cocina con cocaína en una de las patas, una vez una vez la hermana de un compañero de la escuela se hizo caca en el asiento en el instante de los postres y el olor llegaba hasta los cines, la biblioteca y hasta la casa de Jordi desmayando al paso a Nuria, dos galgos, una labradora, un caniche, dos patos de plástico, tres bolivianos, dos hondureñas, una vaca que salía del bar y a la preciosa Regina Bergman en el baño, otro día la silla ya no quería sentir nunca mais sus panes con grasa ni probar su ano abrazado a su cara de bisabuela. Hace tiempo que los habitantes estan extraños a causa del asentamiento empollado entrando como un ramo de mentiras en la telaraña de las confusiones donde pone los huevos la locura; no se trata de un caso aislado.

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