Tuesday, March 25, 2008

Barbarita Angenscheid

Cerró y abrió lentini los ojos, le dije que de momento no es posible besarnos, ni siquiera la idea de un beso; cerró, abrió y por ser amigos de Viví y de Lila y del Padre Marcel dejó pasar a los pintores de sus labios, a los zurcidores de su piel llena de chimichurrí, crema Nivea Pònd´s y Colonia Lavande de Angenscheid, a la mañana la dentadura entraba apretada entre sus pestañas que empolvadas en plumas amarillas cocó le daban muy buen precio por la bandeja y su costo antes de irse para Buenos Aires. Ejercitó la vista en su carne de 700 dólares, para no perderle la información de sus setenta dulces de su culo de rápidas vinculaciones, desde su lenguita de artilugios de viejo bufarrón y llegando hasta la cama escondido en ese polvo ahora color caquí y desprendiendo vapores para atravesar el Río de la Plata, el aeropuerto de Erevan o el lago Titicaca. No estaba pirelli ni boleta ni larguirucho no tenía disfraz ni tranquilizantes ni le pisaban los talones la dictadura militar, estaba soñando con el Padre Marcel, escuchando la historia de los diferenciales en otra extraordinaria montaña de trapos en tonos de rosa.

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