
Cada number es un planeta, un puerro, se ve a la legua que mientras habla como con la boca llena de vacas la inventora del silenciador siempre te monta, la tarde te zurce el orto siempre con llaveros y vergas de los chinos, la tarde con sus perfiles de frutas y precios de ocación que le da su escaso tiempo y le ofrece una risa falsa y pasa la vida con una tableta de viagra metida en el culo y viene la muerte en cómodas cuotas; pero me agarró a él como si fuera yo con la camiseta del "SIS" en la panza de mi abuela escapando de los turcos en otro tiempo donde como ahora no hay palabras, no quedan dioses ni frases exactas para definir tanta barbarie. No hay letras ni números ni semillas ni tímidas muertes que ya no se sabé donde cocinaran donde desfilarán estas bocas, en que embajada, en que piscina, no hay números de aquellas radios dueñas de las estrellas y de las pulgas con sus perros y gatos y clubes de zoretes. Me quedó con esto de intercambiar saludos de asteroides y escafandras y manojos de palabras que abren la mesa, la cierran y se van sujetados por las miradas que le acarician la cola con anchoas de tiempos que siguen suspirando.
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