
Zepiur asomó su delantera detrás de los telares llenos de polillas voladoras que buscaban los susurros de su amante bajo un cielo de verano,
venía con un montón de llaves y en su andar se empapaban las lenguas y
los muslos por entre las sillas encantados de la luz de las estrellas,
la locura segura de sus manos para la pizza Armenia y para los masajes completos.
La noche les preparo una cama a la luz de la luna, se desnudaron sin mirarse
y se abrazaron hasta que los labios comenzaron sus 40 segundos,
la boca del sexo de Zepiur le arrancó un pedazo del cuello y
se encontraron restos de piel en los mejillones a la provenzal y sus dermatólogos y los cocineros supieron a través del perfume del agua de las uñas,
que era puro placer, su sorbo de higos, poder hincarle los dedos y los dientes y la lengua hasta que empieze a llorar dulcemente, la lamió sin parar durante horas y se abrazaron y se penetraron hasta inundar todo la cama de hojitas de menta.
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