
200 gramos de judía verde,
ser cada esquina de Montevideo que se asoma con
sus medias negras rojas verdes naranjas caladas
para ver por donde vas a llegar y me encantaría
ser la capitana de todos los elefantes y todas
las vacas de este equipo galáctico que te esperan
con la banda musical del ejército, con las vírgenes
del barrio y Beethoven de Director de la orquesta del
pueblo de Tacuarembó y todas mis tías de Erevan que
juntan margaritas del mantel y no me ven, pero me saludan
y se ríen y saben bien cuanto te quiero y se alegran y bailan
y empiezan a llorar como gente normal y corriente y te buscan
para ir al super-market, para ver a los alfajores que buscan darte
la mano, tocarte las caderas e invitarte a un asado y acariciarte
entre las guerras, desnudarte y abrazarte y navegar entre las curvas
rasposas de la cintura de minbre de los secretos, de todas formas
quedate para siempre, el sol y las mañanas y las ganas no te van a dejar ir,
se van a morir cuado se enteren que te vas del trabajo, se te van a quedar
con el pasaporte y las cosas de mas valor, te van a matar amorosamente y van a
agradecerte al mismo tiempo esto que pienso y no me sale, no sé como presentarlo,
pero igual afortunadamente se agradece aparte con las otras cosas que uno va olvidando
a base de picanas eléctricas y submarinos y aparece ella con él otra vez como en una rueda mágica
y es una locura todo lo que pasa alrededor de un beso repescado entre los años hasta el fondo de los
huevos y dientes y peines.
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