
Semanas y miradas que no están escritas y que son viento y lo encierran, lo atan, le ponen una pistola en la nuca y se abre la moquette y se salva como un soufle y se instala otra vez en el ventilador de la suerte de mi vida y ese gajo debajo justo de su vientre donde la moquette lo abraza y lo duerme, lo deja en mi balcón, lo devuelven para nosotros con los ojos de pastel de zanahorias que siguen diciendo planteamientos de irnos de varias versiones que cantan cualquiera y se manduquean la nerca y se vuelven monjes y cosas que han salido en estos despliegues de brechas aún mas despegadas, sin misterio, inpensables, inimaginables incomodidades perfectas que pasan nubes llenas de habitaciones con baranda a eucliptus podridos y carajos del mencionado confort que se adapta y nacen puertas para pintar, cursos para estrirar seis meses, pisos que te ragalan la máquina del café y que te crean capaz y se criaron juntos y fueron campeones que llegan a la tintoreria y vuelan y por ache o por be en ese momento que se cae la ficha y la mente y la cabeza escucha suspiros éroticos de sensaciones que sueñan exactos como puntos limites parecidos que buscan un lado para entrar a jugar y deslumbrando con la deseperación que esta con la abuela y se quiere escapar porque no la soporta y la verdad que insiste riéndo y quiere envolver a verlo en su maxima expresion de la sistematica camada que no cierra por ningun lado.
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