Una reina

Una reina armenia, Isabel, me ha presentado
el viejo sabandija del tiempo,
va dejando cosas el calandraca en el aire
de mis calles de mis trasteros de mis sombrillas.
Aparece de repente sin aviso ni luces,
aparece sobrevolando el balcón y
se mete para abrazarme al cabo de dos días y
yó corro entre las ciudades,
atravieso placares y le preparo el tiempo
y su búsqueda lenta e inestable entre los recuerdos apoyado de los muebles.
Ella no dice nada como las nubes, como los muñecos
y solo el tiempo con sus vestidos
esfumará esto que ahora no tiene ni fecha ni hora ni
pemiso de regularización ni carnét de conducir,
antes no sé y no sé por qué seguimos hablando de
lo mismo, levantando la olla de los abrazos
cada semana para curarnos dulcemente entre los colores
brillantes de la sinfonía de la piel sus minutos contados.