Tuesday, May 01, 2007

Carta de amor por un pollo

Que rara tarde cuando murío el pollo a la miel,
las ollas se empujaban, caían los cucharones, los limones,
y los frascos se escondián como cabezudos.
Desde los estantes los platos se tocaban con los otros platos,
el tablero de las luces se abría y el equipo de aire acondicionado
empezaba a escupir gotas grises.
Nosotros los camareros entrábamos a buscar platos llenos de cadáveres,
mis amigas pasaban con sus novios para comerse el pollo rumbo
hacia el lejano oeste de la nit, hasta llegar a sus mansiones en sus aviones
como carros fúnebres llenos de mariposas amarillas y pepinos.
La ví, raquítica como la extraña noche entre los reflejos de los cristales,
y después no la ví mas, pasaron tres días y todos partieron, nos acurrucamos,
cada uno entre sus ollas y dormimos como chorlitos y entre el sueño y el silencio
en puntas de pie estaba entre nosotros el pollo, muerto.

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