Thursday, October 11, 2012

Los pequeños ojos rojos de la tia Gregoria

Por la noche las instrucciones de escribir salen de la harina y destapan con cuidado parte del vientre de la curiosidad y la pintura de la pared reconoce su piel de glicerina y el secreto de su belleza que adora el silencio adora su sonrisa en otra nariz de esencia de trementina, adora el oxidado metal de su ombligo ruso, es un plato volador su inmensa colección de secretos, es magia que planea asesinatos
desde sus hombros de bióxido de manganeso, 37 partes, enamora con sus comisuras de bergamota el sebo purificado que sea y lo convierte en jabón de lechuga, con su sonrisa es capaz de conservar el amor que sea los siglos que hagán falta, sus palabras conservan las flores su aire de arma de fuego la ternura de cada esquina para curar lo que sea, su sonrisa renace cualquier pétalo sus párpados se acuestan con vaselina neutra, todo el mundo renace cuando piensa en los baños de agua de jazmines, el encantador reposo de lo irritable y el vuelo de cejas pestañas y pelos sobre la maravilla del rosado de sus encías, no se ha perdido a pesar de las grietas y la caída del cabello, el excelente tónico de su risa que extirpa la caspa y navega en esto que no sabe lo que nos queda en este breve masticar. Sigue el enlace como un breve adiós y la sangre escribe, alguien lee alguien esta con su cuerpo humedecido con saliva del otro lado de la carne viva, dos recuerdos se besan en la pared, se recuestan como putas las terceras caras de la oscuridad, la maravilla de la carne sorprendida devorando papas viejas lamiéndo el barniz de los cuadros acariciando el cuerpo en el aire lleno de melancolía, mojado de jabón de coco, conversando soñando con el precioso pasado que conversa con la harina y continúa en contacto con todo el aire que en la sombra conserva el desmenuzado abrigo del tiempo con los dedos.

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