La piel de vitrina observa este abanico con todo lo que supone que se va a escribir acordando algo o recordando otra cosa que marca otro inicio en la previa elegancia permanente del tiempo construido entre las ausencias de una u otra forma que siempre vuelven en el reencuentro con una inicial delicia. La usina que ilumina todo París todo Montevideo, el espacio empalagoso de su galope imaginario, las estelas fugazes de disciplina subterránea de los trabajos anteriores, el sueño transformado imperfecto de la vida extraviado en otro método, la felicidad y su frescura, la duda la desconfanza y su inquietud triste, las imágenes del gran secreto del amor que hablan de la poesía sentada envejeciendo entre objetos y el alma siempre encantada con esa fortuna del querer a otra persona y ese movimiento ecuestre mágico del amor adheriendo ese placer que uno recuerda y es un misterio, de aquí viene todo este zoológico de encantos que la muerte en silencio escribe como parte del arte adorable de lo vivido, la cortesia de lo inexplicable encuentra en estas letras que vuelan para la persona amada como un arte máximo dentro de esta feria de nuestra eternidad, el arte de escribir no se cansa de escribir de ella de ese tiempo amoroso glorioso del deseo y todas sus dificultades cuando la tempestad sepultaba su poesía y daba vueltas por la casa como un caramelo que volaba al cielo con una exquisito beso de mosca que observa el laberinto puesto por el tiempo y sacude los ovillos de lana del pasado de contar cada cosa su historia tocando su hombro color uva mirando volar las cosas al costado de la cama.
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