El hombre más rico del mundo.

Sólo oía dar vueltas su pequeño corazón naranja y alucinaba, era propietario de la mayor riqueza y por eso era el hombre más rico del mundo, me mataba por que no le faltara nada, iba limpiando toda la pelusa del aire por donde ella iba a pasar volando, volaba a cualquier piso a cualquier altura para llevarle membrillo o crema, soñaba todo el día con su runrun su cric crac entrecortado y el zurco del amor ahí como una paloma en su pretil observando su cruzar sin decir nada a nadie que un oso esta en el living y escucha su latir acá en la otra esquina en la escalera en otra silla inglesa entre los libros o los garbanzos de los sobres que ella abre y cierra y que pasa su lengua y escribe y vuela y vuelve y me habla, habla sola y habla el cerebro con el aire y resbala todo ese desarmado delicioso en las manos de la galería de tantas fotos, vuela el aire con el cerebro enmembrillado por los naranjas de su boca que vuela a ocho mares y no puedo decirle nada más, solo me acuerdo que entre las cosas que a veces recuerdo aparece en mi mente su sonrisa y qué después de mucho olvidar y de mucho dar vueltas la encontre boca abajo encima del armario de la cocina.