Lo primero que sale es el canto gregoriano de su corazón, los monjes adelantan el sol en su piel, hay algo que sostiene el mundo con su sonrisa algo emocional de esa esencia que solo yo conozco en mi aboyada claraboya llena de su extrema hermosura, eso distinto que hace volar al viento, esa construcción de familia de algún nosotros de algo de alguien de momentos previlegiados por estos ojos por los suyos por un punto en el encuentro directamente silencioso de la conquista del amor, de su falta, de su paseo, su dosis psíquica para volar, escuchar el canto gregoriano de su corazón y representar la comedia desde una obra viviente en nuestros rostros desfigurados por el atardecer en cada desmantelado recuerdo que cierra los ojos... veo venir su figura en un caballo en una ballena en un carro lleno de niños sobre el espejo del mundo de la noche que cruza volando por Paso Molino por Ibiza por Erevan, se me ocurre sera el milagro dormido, verla venir volando en un león a buscarme con otros caramelos otros naranjales otra enseñanza con un sistema de divinidad a prueba de inestabilidad el tiempo que sea necesario para escuchar el modo cuarto y el modo séptimo y octavo del Ave María de su corazón.
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