Oval con cierta fingida indiferencia.

Quedo en el caballo volando, en el tesoro nacido de la inquietud en esa tarde de gaviotas crepusculares, va en ese paseo de los pescadores en las señales de ella va todo en las vacas en los hombres adornados de adornos de pavo real de esta ciudad antes soñada como eras quién fuiste, va en el resplandor de la manera de agradar del amor y sus inmensas alas de jugarse la vida, quedo en ese ovalado secreto de los días en el camino y el fin que nada espera de la historia que no es otra cosa que unas palabras que el amarillento olvido no olvido nada porque no puede y todo va en el aire fingido va en las hojas en las baldosas que la ven todos los días y en la lectura de la borra de café cuando pasa su belleza indiferente y se sienta a observar todo a anotar todo. El cielo mueve ese rostro indiferente del recuerdo, las ideas con los instantes aprovechan cada fugaz fortuna y su esplendor tejen esta vida afortunada por ese ovalado arte que se pierde entre las memorias que se alejan en la lengua invisible y misteriosa del tiempo. El presente gastado duerme solo en ese espejo solo, el rostro del sueño no es el mismo, es otro indescifrable arrugado misterio, su olor a damascos permanece en esa quinta dimensión del otro lado del ajedrezado olvido. Sólo algo aparece y no se ve, es el deseo de la luna, el rostro de las estrellas corriendo a verla en el sueño, verla al doblar el sol, verla en la lluvia en este instante de este segundo de ni siquiera verla y que existe y no existe ese amar ese feliz fuego que crujen a veces con un crac en la fábrica cerrada de mitades de cabezas con sus pensamientos. Crujen en el origen de ese amor en la inquietud del olvido, en la mirada tierna del olvido y ese ovalado encanto en su  alegría interior.