No recuerdo ese instante cuando te vi por primera vez en un sueño, la iluminación indispensable para volar, las ambulancias colgando los peces naranjas esperando en la esquina para sacarnos una foto tu corazón flotando para ver nuestro abrazo lleno de bolas de cristal, debe haber quedado en algún cordial cajón del tiempo, en el largo viaje de la memoria que escribe cartas y cosas que esperan sentadas. La luz de ella ilumina al mundo entero como un mayordomo volando con frutos secos y olores del recuerdo. Entonces la vida sigue empujando corriendo los aviones sin poder conectar a la red inalámbricas de sus hombros a veces posando como un manjar otras en un teatro como un juguete volando por este país siempre con esos recuerdos que agregan un montón de caricias a un caballo que parece un muchacho simpático en el balcón de un árbol que te ve salir y entrar y siente una cosquilla que sale apretada por los ojos que entran primero en tu cuerpo como tomando tu mano.
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