YUME

En los cablecitos retorcidos de las camas de la vida, el sexo práctica sokatira una vez más con la escondida felicidad que a través de las flores a keroseno encienden el primus para ver la luz del cuerpo de cristal de Pando de Amsterdan o de Pekin. En cada sokatira viene el ejercicio yume de pago del semen en su cadena de huevos llenos de miserias humanas que empelucan el mundo y a sus sanguches olímpicos llenos de famosos basurales químicos y fiambres flotando como franfruters y esa contamineta aparece y desaparece cuando el escritor sin rostro se despide de cualquier soneto entre los sanguches que esperan su antorcha, su estacada atravesando las costillas, su petit babarois de kiwi en el cerebro y las colas de los cielos de otros sanguches que hacen cola en el borde de la habitación esperando su porción de saliva depositada en finas capas de leche de miles de cadáveres convertidos en ideales de belleza.