Cuando éramos cucumelos casi perdidos de la mierda, en una zona de la vuelta ciclista, nos confundi- mos de culo y de cuadro, los gatos no nos esperaron como decía el tiempo. Nadie estaba en los cuadros, se habían esnifado los pocos gramos de viento del motor de la heladera donde los gatos tenían un Spa con ratoncitos y lagartijas, no quedaba mas cerveza, mas leche, no quedaba mas tierra, mas aire, mas agua, mas vida, mas esto de lo que ahora dejó. Dios no vino nunca, nunca vino a vernos ni un ratito.
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