Arranqué como en otro cuerpo, la helada almohada lamiendo la sien y el cuello, como si toda la piel fuese arrancada a estornudos que volaban hasta el edificio de enfrente y algunas veces miraban la hora, ella, la fiebre aparecía mirándome fijamente para buscarme para ir a juntar estrellas fugaces y después con mucho cuidado baje del balcón inmenso de la cama en la playa coagulada tratando de encontrar alguna budinera que no me desintegre entre tantas plazas de parking de la fiebre esperando achicar la cama y que el cuerpo vuelva a estar en movimiento en esas curvas eróticas de la noche y sus deseos empujados por el aire lleno de abuelas cocinando.
Ahora que el efecto de la fiebre ha mermado su ocupación perturbadora me sientó a dedicarle este gesto sobre el cambio que produce el cuerpo después de semejante paliza que parece irse, parece que nota que la ignóro, que me trae sin cuidado, que me importa un carajo su aportación a mi peste y reconozco que el efecto no se va, el efecto de comba da vueltas como celoso, como un maltratador, como un terrible puntapié en la nuez.
No comments:
Post a Comment