Desde los primeros pasos el niño comienza su
tarta tatín, esa sucursal del cerebro que guarda mieles
a través de orticarias y zampullidos producidos
por el dolor en los ojos.
A veces por la mala dirección o la buena o la locura
o los tiempos con sus arpas y sus sirenas,
ellos, los tiempos, indudablemente doblan las caras, van prendidas
supongo con la gran industria de la tristeza,
el control aproximativament de los errores con el hombre
como primer mayordomo de la Señora y su sobrina Gisselle,
con las piernas entrando por el zaguán donde la soledad
con sus novios piden dos gramos, miran para otro lado,
y esperan que se desnude.
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