Éramos modelos de alto vuelo, de montar pollos, de dar la vara, de hombres mimados, inventores del agua caliente, vejigas con soutienes en los ojos, zanguangos que tiraban chuponcitos a la pantalla para que aquellos retazos del otro lado de los mundos y despojos no se pierdan entre los diferentes tipos de felicidad que como una bolsa de escamas de milk se disuelve en pocas horas y se disuelve la memoria y los pensamientos y se contamina toda la sustancia de la noche otra vez empalagosa, indudablemente enferma y divina que viene para andar en lancha entre las pastillas.
Me parece que del mismo modo que se daban cuenta los altos jerarcas y las autoridades y mis tías armenias hay que regresar siempre a la senda de la nostalgia cuando pasan los arpones de la paranoia su andar dulzón y vienen los barcos oscuros de guerra entrando por las alpargatas, escondidas entre las pelotillas del culo de la calle que entra siempre a mirar Canal Plus y a recoger conchitas.
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