El silencio con la luz del dia se abrazaron en un sofá, los muebles se despertaron cuando se despertó Antranik y enseguida el sol beso su piel de porcelana armenia, sus piernas de aceite de oliva, su olor a jazmin y a crema de calabacín con flores.
Empezaron a flotar los creyentes sueños otra vez rodeados en kiwis y enormes conchas llenas de pescados gigantes y mondiola glaceada con alcaparras y le gustó tremendamente poder verlo después de un siglo, escucharlo, verlo bailar, cantar, flotar, parecía un sueño, como si alguien con esto de editar entradas invade el recuerdo un segundo y la memoria te invita a bailar y en silencio te vas con ella y con él y atravesas todas las puertas de chalá del sueño que no entiende nada y se desnudan se arrastran se detienen se marchan a la guerra se quedan paralizados los deseos envueltos en salmón, apenas rozando los hombros apenas tocando los cabellos, apenas dos besos miles de veces, antes de entrar dentro de su apartamento lleno de restos de budín quemado.
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