
Yo no voy entre las naranjas dijo la número 41 a las sies menos veinte.
Eso sí mi presidenta, yo y el Coronel Caubarrere preparamos el desayuno continental, preparamos el lilimento el eucalipto la garrapiñada, cinco candes por un peso, preparamos el acting, tu acting para llevar un frasco enorme de mayonesa que no sé de que agencia sale pero sale bien rápido como un flash entre el diluvio que cae por Barcelona para llevarnos dentro de noventa días un buen pellizco.
Ahora salgo de volanta abrazado de mis alas y las cuatro calles que me separan del teatro me silban, me tiran papelitos de colores, bombas brasileras cañitas voladoras baldosas radios viejas y botellas y vienen barrios enteros en chancletas con baldes llenos de mierda y me pongo la corbata para ir al restaurant a seleccionar zafiros piedras preciosas como denominador común y a seleccionar equis exquisiteces que se han de calentar diez, quince, treinta, sesenta segundos, solo caben dos platos.
Los clientes y los cuadros y las miradas y el ambient con sus bailarinas invisibles todos los días con otros ojos me preguntan disimuladamente por vos y en ese calambre de hortalizas y saltos cruzamos guiñadas inconclusas que vuelan para ninguna parte.
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