nadaba y le mandaba mensajes a su sirena
cuando se tocaban entre las bananas
con los remolinos, se cruzaba para verla segundos,
iba todas las noches como chupado por su piel,
algo que no se puede explicar, muy fuerte,
ella cuando lo saludaba, cuando él la respiraba
temblaba y volaba como un barquito de papel
estrellándose contra la ternura muerta a suspiros,
entre las cáscaras encantado de verla.
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