Un segundo de luz

Hay un diagnóstico claro: te quiero. El tiempo es nada, diez años tres meses doscientas veces no es nada, salen buenos sueños todos los miércoles y para mañana salen de tarde todas las sonrisas de nuestra vida en alguna esquina de Sant Cugat para verte llegar...un segundo de luz, el espacio de nuestro abrazo dando vueltas por tu ventana, una noche estupenda de espléndido placer, un impulso por devorarte dulcemente, otra estirada ternura que vuelve con el albún de nosotros ahora a mitad del pico más alto, el albún guardado en alguna memoria, tengo suerte de que aparezcas entre las arrugas, se reflotan en el sillón y comentan y saben comprender por su capacidad de querer en esta gigante editorial del amor, el resto es descartable, son piezas falsas, planetas extraños, de manera que antes de volar lo mejor de nuestras vidas, vamos a correr a abrazarnos aunque nunca más nos veamos; cuando el loco tiempo demuestre su locura por vernos, vamos a volar, cruzaremos el mundo y se declare el tiempo otra vez en primera persona y acepte pasear hasta el fin de las ternuras; recorrer los sonidos de la distancia para darte un toco de amor, el resto son vagones vacíos, son franela, todo sigue en este saldo de agosto, en este perpetuo juego de recuperar la felicidad, la telerealidad para acercarnos a la novela de la vida y sus grandes apuestas.