El paseo de Torreblanca estaba durmiendo, roncaban las persianas,
Ingrid apareció descalza con un vaquerito apretadito desde una esquina,
se abanicó como una serpiente y entró en un Mercedes negro lleno de estrellas,
Junior estaba mirando su larga cola que volaba pedazos de vidrios.
Él, era bajito, de piel de chancho y labios chiquitos, a la madrugada
se encontraron en la farmacia,
en la fila para irse de la tierra y de golpe, hechos polvo, contentos empezaron otro tiempo maravilloso entre las lechuzas.
Descansaron, se abrazaron, se aspiraron y entre las sombras se transformaron en dos
bananas con dulce de leche, cerraron los ojos y se comieron hasta el
último susurro.
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